Por: Ana Isabel Díaz P.
Quizás este titular traiga a su
memoria el discurso ecologista actual, legítimo en las bocas de algunos jóvenes
que actúan según sus convicciones pero detestable en las de los oligarcas de
siempre. Hijos de la Derecha que -con banderas flameantes- en el 72 dieron la
bienvenida al entonces Texaco Gulf.
Bah…pues deje a un lado la disyuntiva.
Este artículo no tiene que ver con el cuestionamiento ético, ecológico,
económico y político en torno al Yasuní… sino con el proverbio popular cubano
VERDE VERDE MADURO. Idea con la que el realizador isleño Enrique Pineda Barnet recrea
uno de sus filmes proyectado el pasado miércoles en la sala de cine de la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
Un filme que al estilo de Quentin Tarantino
-en Kill Bill- combina las níveas escenas de un bar de tendencia con las caricaturas
realizadas por una pintora sentada en una de las mesas del bar.
Dichas ilustraciones grafican a
profundidad la caracterización de cada uno de los personajes del bar gay y
eufimizan algunas acciones pero no las censuran.
La
estética de lo grotesco reina en cada toma…
Un filme, que a mi parecer, todos los que
dicen ser hombres, machos y bien varones… deberían ver. Un breve pero intenso
coqueteo con la muerte de los prejuicios de los men´s y también de las warmis.
Porque mientras un hombre insiste más
en que es bien varón, expresa a
gritos -paradójicamente silenciosos- su gusto por otro cuerpo masculino.
Es por esto que dicha película merecía
una breve nota. Y es que aún no concibo que juzguemos a un ser humano
basándonos únicamente en su condición sexual. Es decir usted no anda por ahí
con un letrero que diga HETEROSEXUAL
pegado en la frente, nadie le grita heterosexual en la calle o le ve mal por
serlo. Estos seres humanos además de tener un gusto diferente -como que a usted
le guste o no comer ostiones- son hijos, hermanos, estudiantes, doctores,
buenos o malos panas, como todo transeúnte de esta desconfigurada ciudad.
Este alegato contra la homofobia narra
cómo en un bar del puerto, Alfredo -enfermero de navegación mercante- conoce a
Carlos -informático que sueña ser aviador-; con el pretexto de mostrarle algo
muy especial, el navegante invita a Carlos a su apartamento. Comienza entonces
un juego de seducción en una tensa lucha contra los prejuicios y convenciones sociales[1].
-“Los maricas son una lacra social”,
dice Carlos mientras toca ligeramente sus genitales. ¿Esta muletilla le parece
conocida? Pues sí, la frase lacra social
se usa, para denominar a todos ellos que no son piel de nuestra “civilizada”
urbe y evidencia la enfermedad de odio que germina en cada una de las
instancias de la superestructura.
Otro espectador de la película me
comentaba que, en el sector de la Y, hay gays en las noches y -según la prensa- han llevado la delincuencia a ese sector. Frente a esto y
haciendo una pausa me preguntó. ¡Es qué la sociedad aún no entiende! Es decir,
cuándo a un hombre, a un ser humano -con variadas formas de pensar, sentir y actuar- su comunidad le señala
diciéndole eres malo por tu gusto sexual, eres anormal, causa exclusión y –directamente-
mayores índices de violencia.
Mientras mayor integración de las
minorías logre una sociedad, menores serán los índices de violencia que registrará.
Y esta realidad es paralela.
Bien regresemos al film. Cada vez que
Carlos sucumbe brevemente en las artes amatorias para las que Alfredo es un Michelangelo Buonarroti en potencia, inmediatamente la imagen
de la dama seductora le persigue en el
laberinto de su memoria, y es que ahí las figuras de un barman armado,
un stripper, una anciana turista, un estibador acechante, los
amigos del bar -en plano contrapicado- personifican los miedos sociales
enraizados en la mente de Carlos. El protagonista siente un miedo intenso y
desproporcionado, combinado con un odio o rechazo hacia su ser generándole conflictos
emocionales, sociales y políticos.
Pese a ello Carlos disfruta,
sobremanera, de los acercamientos del marinero, que a diferencia de él es un
ser sano que se acepta y se confiesa bisexual. En su camarote atendía tanto a
hombres como mujeres, le declara.
Carlos no puede perdonarse que el
cuerpo del marinero le cautive, que su experiencia desborde sus deseos que crecen
con cada copa de licor.
Finalmente sucede, el acto de la
penetración, eufimizada con una caricatura, es disfrutada plenamente, son dos
seres humanos amándose, alcanzado el climax, fuerte intenso, tal cual es el
amor. De repente, Carlos golpea al hombre que pudo amar y le propina una y otra
y otra puñalada.
“Yo no soy marica, no lo soy” dice.
Algo así como que usted luego de disfrutar de un estremecedor orgasmo ataque a
su pareja diciendo no soy heterosexual… (pero no digamos nunca porque puede
pasar).
VERDE VERDE, una película con
contenido que compromete nuestro pensar, tal como nos gusta, fue realizada con
bajo presupuesto, evidencia un crimen contra el amor, debido a la personificación
de las fobias en la mente humana -explica Pineda Barnet- en su blog.
Una enfermedad social. El tema de VERDE
VERDE es la homofobia, el crimen de la homofobia contra el amor. Es el no
respeto al derecho de la diversidad.
Así es este film, que subleva los
sentidos. Doloroso que un ser humano que gusta de otro no pueda amarlo,
acariciarlo y hacerle el amor libremente por que los fantasmas sociales que
lleva en la cabeza se lo impiden. Y aún más doloroso que no pueda amarse a sí
mismo o al menos aceptarse.
Hileras de sangre cubren el cuerpo
inerte del marinero, sus brazos extendidos y su rostro levemente doblado hacia
la izquierda hacen oda al Surrealismo al estilo de Buñuel. Luego de las
puñaladas el marica es un Jesucristo
sacrificado, incluso una corona de espinos parece situarse en su cabeza. Es lo
que logramos tú, yo, nosotros, ellos, cuando reproducimos un prejuicio, sin
racionalizarlo, y juzgamos a hombres valiosos únicamente por su gusto sexual.
El mundo entero sacrifica a Alfredo en VERDE VERDE como lo hizo con Jesucristo
. Carlos, su asesino, no es más que un producto social, una figura de arcilla
modelada por la sociedad que llora sobre el cadáver de un hombre que amo y
asesinó.
Él besa al ser amado, rogándole que se
despierte y luego le corta la lengua. Después de la penetración, cuando yace
muerto en el suelo hurga en su pantalón, corta el miembro que le hizo sentir
profundo placer.
Así es, lo
que es muy verde muy verde, al final, siempre madura. Da lo mismo en la
política que en el sexo, los extremos se tocan.
Sobre el elenco, el considerado decano
de los cineastas cubanos, explica: “Aquí repito con el actor Héctor Noas, el
otro protagónico lo hace Carlos Miguel Caballero, a quien me costó mucho
trabajo encontrar cuando buscaba el personaje. Luego necesitaba una dama seductora,
pensé en Sofía Loren, pero finalmente me decidí por una cubana: Farah María.
¡Quién se lo iba a imaginar! Yo no la conocía personalmente. Será una sorpresa
para el público”.
Se filmó en Cuba, pero se exhibió
brevemente en otros países debido a un elemento hándicap que tenía, un desnudo
frontal masculino…
y
bueno continúe actuando según sus prejuicios querido lector heterosexual!
[1] Blog
de Enrique
Pineda Barnet

Estimada Ana segun mi criterio no es adecuado una publicacion sobre esta pelicula no por su contenido y mensaje sino porque es una pelicula que merece ser vista para que cada espectador forme una interpretacion bajo su propio criterio y no una interpretacion particular como la tuya ... felicidades por la descripcion y espero que la proxima publiques la cartelera de cine
ResponderEliminarPUTREFACTO!
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